OLIVER TWIST Y LA LEYENDA DE ALI BABA
Una mañana, mientras los asuntos de Oliver Twist tomaban un curso tan poco favorable y ventajoso, un tal Jack Sparrow, pirata de oficio, pasó por la calle poniendo en tortura su imaginación para encontrar marineros que le siguieran en su travesía a las tierras árabes.
Oliver Twist puso su mirada en él tan pronto como su nave atracó en el puerto, pues sus extravagantes vestiduras y su voz tenaz llamaban la atención de cualquier mercader, anciano o niño que habitara la zona. Jack clamaba a viva voz que todo aquel que le acompañase en este viaje volvería con más dinero del que un día robaron Bonnie y Clyde.
Oliver, sin riqueza pero no sin astucia, siguió al hombre extravagante durante toda su estancia en la ciudad. Sus palabras consiguieron persuadir a los mejores marineros del momento. Pasadas las horas, volvió al barco acompañado de los famosos marineros Popeye y Simbad. Era su momento: si aquellos hombres embarcaban con él significaba que las palabras que salían de la boca de Jack Sparrow eran ciertas.
Llegaron al puerto y comenzaron a cargar barriles con todos los alimentos y sustentos necesarios. Había suficientes espinacas para navegar meses, incluso años. Era evidente que aquellos hombres no iban a aceptar a un pequeño huérfano en su tripulación. Por eso, Oliver aprovechó rápidamente su oportunidad y se introdujo en un pequeño caballo de madera que llevaba grabado el nombre de la nave: La Odisea.
Pasó días encerrado, esperando hasta alejarse lo suficiente de tierra. Pero no fueron días perdidos. Oliver Twist pudo descubrir cuál era el desafío que les aguardaba: la búsqueda del tesoro perdido de Alí Babá.
Cuentan las leyendas antiguas que en las tierras árabes se halla escondido un tesoro infinito lleno de reliquias. Tras la muerte de los famosos 40 ladrones, se dice que Alí Babá y Morgiana se dedicaron a viajar por el mundo recopilando los mayores tesoros y escondiéndolos en los lugares más inhóspitos. Algunos de ellos se encontraban en recónditas cuevas, mientras que otros, estaban repartidos por todo el mundo.
La tripulación de Jack no era la única que perseguía el tesoro de la leyenda de Alí Babá y los 40 ladrones. Tan grande era su fama y la expectación que causaba que hasta los mismos dioses castigaban a aquellos que iban en su búsqueda.
Cronos, Dios del tiempo humano, llevaba siglos recopilando las grandes reliquias del mundo terrenal y celestial. Su última adquisición no fue otra que el Rayo de su hijo Zeus. Con tal poder en sus manos, Cronos se enfrentaba ahora al mayor reto que las antiguas leyendas narran: el tesoro de Alí Babá.
Al cuarto anochecer de la travesía, en mitad del océano, camino a las tierras árabes, las aguas se volvieron bravas. Se acercaba a una velocidad espeluznante la mayor tormenta eléctrica a la que aquellos marineros se hubieran enfrentando nunca. Los barriles rodaban por cubierta, no quedaba cabo en su lugar y las velas parecían gritar antes de partirse por completo.
Oliver Twist no tuvo más remedio que salir de su escondite, pues el caballo movido sin rumbo se golpeaba sin cesar contra todas las superficies de la bodega. Llegó a pensar que aquella osadía le costaría la vida.
Fue Popeye el marino quién descubrió a Oliver caminando desorientado y hambriento por el barco. Dada la tormenta en la que estaban a punto de adentrarse, ninguno de los tres tripulantes se pararon a pensar qué hacía allí aquel pequeño huérfano.
El cielo y las aguas se volvieron más hostiles, hasta que del cielo cayó directo al mástil el mayor rayo jamás visto en la historia. Simbad, marinero experimentado en la mitología, no dudó ni un instante: no se enfrentaban a cualquier tormenta, sino a la ira de Cronos, poseedor del poderoso rayo de Zeus.
Estaba todo perdido, el barco se partió por la mitad y los tres marineros cayeron al agua. Los tesoros que Jack había recopilado hasta entonces se hundían junto a ellos, parecía que la travesía llegaba a su fin.
Fue en ese momento cuando Oliver Twist vió dentro de uno de los cofres una lámpara brillante. Se iluminaba más que cualquiera de los objetos que flotaban a su alrededor. El pequeño huérfano, desesperado, alcanzó aquella lámpara y, rezando para que todas las leyendas que se narraban en las Mil y una noches fueran ciertas, cerró los ojos, frotó la lámpara y pidió lo que pensó que sería su último deseo.
Instantes después aparecieron Simbad, Popeye, Jack Sparrow y Oliver Twist ante la cueva de Alí Babá. Los ojos de todos ellos brillaban como nunca, no comprendían qué había sucedido pero se encontraban delante de aquel infinito tesoro. Las leyendas eran ciertas, ya no había ninguna duda. Ante esto, decidieron continuar su aventura buscando todos los tesoros de Alí Babá que había escondidos por el mundo. Pero ahora contarían con la ayuda de un genio.
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