TIEMPO
Esa mañana el despertador no sonó. Conejo Blanco[1] se levantó de sobresalto y se dio cuenta de que llegaba tarde, como siempre... Salió de su habitación, miró el reloj que había en el pasillo y, extrañado, comprobó que las manecillas estaban completamente quietas. Lo mismo pasaba con su reloj de bolsillo, con el de la cocina y con el del ayuntamiento. ¿Qué estaba pasando?
La gente comenzaba a amontonarse en las calles de la pequeña ciudad, alborotados porque esa mañana ningún despertador había sonado. Todos los ciudadanos se sentían perdidos y confusos, ¿qué harían ahora que todos los relojes se habían detenido? ¿Cómo sabrían qué hora era? ¿Cómo iban a saber a qué hora debían tomar el té?
Conejo Blanco, siguió a la muchedumbre hasta la puerta del ayuntamiento para pedir explicaciones al alcalde Aslan[2]. El león rugió para apaciguar a los ciudadanos:
- No puedo daros una explicación de algo que yo tampoco entiendo. Todos los relojes de la ciudad se han detenido a la misma hora, pero yo poco puedo hacer.
Todas las personas reunidas allí se miraron confundidas. Si el sabio Aslan no sabía qué había ocurrido, ¿quién lo sabría?
En ese mismo instante, el Gato con Botas[3], el más valiente del lugar, se abrió paso entre los demás.
- Señor, yo tengo la solución. Os podrá parecer una idea descabellada, pero deberíamos consultar a los famosos Siete.
En el momento que le escucharon, todos enloquecieron de miedo.
- ¿Cómo te atreves a mencionar a aquellos que no deben ser nombrados[4]? Sabes de sobra que tenemos prohibido decir su nombre. - enfureció Aslan.
- Señor, sabe que tengo razón. Es nuestra última esperanza. - insistió el Gato con Botas.
Después de tanta insistencia, Aslan se dio cuenta de que, realmente, el Gato tenía razón. Los famosos siete eran su última opción para recuperar el tiempo.
A pesar del miedo que provocaban los innombrables, el Conejo Blanco se unió a lo que proponía el Gato y, sin más dilación, ambos emprendieron el camino a través del tenebroso bosque hacia Ciudad Esmeralda[5]. Allí podrían encontrar respuestas. Tras días y días de viaje, la valiente pareja llegó al lugar donde encontrarían a los Siete. Temerosos pero atrevidos, no dudaron en adentrarse entre las calles de la ciudad encantada, atentos a cualquier criatura que pudiera aparecer.
- ¡Quién osa adentrarse en nuestros dominios! - gritó una voz profunda y áspera.
- So-so-soy el Conejo Blanco… - respondió con voz trémula el conejo. - Venimos en busca de respuestas.
- ¿Respuestas? ¿Qué respuestas?
- Señores, el tiempo se ha parado en nuestra ciudad, todos los relojes han detenido su movimiento. - intervino el Gato sin miedo.
- Nosotros no podemos ayudaros.
- Por favor. Sois nuestra última esperanza. Mostraros para que podamos veros a la luz. - suplico el conejo.
Después de unos segundos que parecieron eternos, siete cabritos[6] salieron a la luz de una pequeña farola que iluminaba la calle. Ninguno de los dos daba crédito a lo que veían sus ojos.
- Pero… vosotros no sois los famosos Siete. Solamente sois unos pequeños cabritos.
- Lo sabemos. - respondieron ellos. - Hicimos correr la voz de que éramos unos horribles y sabios monstruos para ahuyentar al lobo que quiere devorarnos. Sentimos mucho que hayáis hecho un viaje tan largo para nada pero nosotros no podemos ayudaros.
Los dos aventureros volvieron apenados a su ciudad de origen. Por el camino, iban tan ensimismados en su pena que ninguno se dio cuenta del rastro de miguitas de pan que había en el sendero[7], hasta que el Conejo Blanco las apuntó exaltado:
- ¡Gato mira! Esto no puede ser casualidad, llevamos siguiendo este rastro inconscientemente desde que dejamos a los cabritos.
Siguieron el rastro y llegaron a una pequeña cabaña. Intentaron abrir la puerta pero cuando fueron a coger el pomo, se dieron cuenta de que estaba congelado por completo. Ambos se miraron extrañados y entraron expectantes para encontrar a una mujer de hielo.
- Bienvenidos, os estaba esperando.
- ¿Quién es usted? - preguntó el Conejo.
- Soy Elsa[8], reina del hielo. Yo soy a quién buscábais, yo soy la culpable de que el tiempo se haya detenido en vuestra ciudad.
- Pero, ¿por qué?
- Vosotros no os dais cuenta, pero vivís presos del tiempo. Siempre preocupados de no llegar tarde y de hacer las cosas a su hora. No sabíais aprovechar el tiempo como deberíais, así que decidí congelarlo para que os diérais cuenta de lo importante que es.
El Conejo Blanco y el Gato con Botas no sabían qué decir, Elsa tenía razón, vivían tan obsesionados con el tiempo que no se acordaban de lo más importante, vivir. Elsa les había causado muchos problemas deteniendo los relojes de la ciudad, pero les dió la lección más importante de sus vidas. Los dos compañeros volvieron a la ciudad a contarles la experiencia a sus vecinos y a transmitirles las palabras de la reina. Los relojes volvieron a funcionar, pero ningún ciudadano volvió a preocuparse por no tomar el té a su hora.
Referencias del relato
[1] Carroll, L. (1865). Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. [Obra canónica]
[2] Lewis, C.S. (1950). El león, la bruja y el armario. Destino.
[3] Nacho, E. (2011). El gato con botas. Nintendo DS. [Videojuego]
[4] Columbus, C. et al. (Directores). (2001-2011). Harry Potter. [Películas]. Warner Bros.
[5] Fleming, V. (Director). (1939). El mago de Oz. [Película]. MGM.
[6] Grimm, J. & Grimm, W. (1812). El lobo y los siete cabritos. [Obra canónica]
[7] Grimm, J. & Grimm, W. (1812). Hansel y Gretel. [Obra canónica]
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